
En 1929, Virginia Woolf escribía uno de sus más reconocidos y revolucionarios ensayos, Un cuarto propio. Nacía por la invitación como oradora a una conferencia titulada Mujer y ficción. Al leerlo, asistimos desde el principio al proceso de pensamiento que deriva en la autora el encargo, partiendo de la reconocida pregunta ¿y qué escribo? No se trataba en este caso de falta de inspiración o de miedo a la hoja en blanco, sino de un sincero cuestionamiento sobre la realidad del tópico. ¿No sería más honesto escribir, acaso, sobre las condiciones reales para las escritoras? Aquellas que tenían y aquellas que necesitarían obtener.
Este encare a las Mujeres y la ficción, la llevó a un cuestionamiento del orden social en que vivían las mujeres en general y, por lo tanto también, las que escribían. En primer lugar, porque uno de sus principales puntos de reflexión es el de la participación de las mujeres en los estudios. A muchas de las universidades de la época no podían acceder, a diferencia de los hombres que dedicaban tiempo en cultivarse y poner en práctica actividades intelectuales. Una anécdota relatada por Woolf en el ensayo ilustra esta idea a la perfección. Ella entra a una universidad para buscar bibliografía sobre las mujeres y la ficción, ¿qué mejor que empezar su ensayo por la investigación y qué mejor lugar para hacerlo que en una biblioteca? Se encuentra con que de camino a la entrada al campus universitario en cuestión, la detienen para preguntarle con quién ha venido, qué está haciendo; una mujer no puede estar sola en el campus, pisando el césped. Ella solicita le indiquen dónde está la biblioteca y recibe por respuesta otra pregunta: ¿tiene ella la autorización de un hombre que forme parte de la universidad para poder acceder? Es decir, las mujeres no podían ingresar a la biblioteca por su cuenta y voluntad de saber.
Una vez conseguido el permiso de acceso, comienza por buscar los libros referidos a las mujeres en general (al concepto de mujer, podría decirse, desde la psicología, por ejemplo) y a la crítica literaria de autoras de la época que hubieran publicado sus obras. La conclusión a la que llega tampoco es optimista: los hombres han escrito sobre ellas desde una voz de autoridad, disminuyéndolas. Y las mujeres, por lo general, no escriben ni opinan sobre los hombres y sus obras, siendo denostadas aquellas pocas que sí se atreven a criticarles. Leyendo párrafos aberrantes sobre las mujeres y su falta de condición para lo artístico en general y la escritura en particular, Woolf se pregunta por qué los hombres tienen tanta rabia contra las mujeres. Más adelante, concluye que no cree que estén enojados, en realidad, sino que es la forma que han encontrado a lo largo de la historia para reafirmar su autoridad. “Cualquier muchacha podía leer por sí misma”, dice la autora sobre las opiniones de los hombres acerca de la inferioridad de las mujeres, “y esa lectura tiene que haber disminuido su empuje vital e influido profundamente en su obra.”
Para ejemplificar todo esto, Woolf crea un personaje imaginario y le pide a quienes la leemos que imaginemos también por unas páginas que William Shakespeare hubiese tenido una hermana, maravillosamente dotada como él, a la que llamaremos Judith. En primer lugar, afirma ella, para triunfar habría de haberse ido a la gran ciudad, único lugar posible en el que podría haber tenido oportunidad de que le prestaran atención. Una vez allí, Judith, con ganas de actuar en el teatro, se daría cuenta de que sólo los hombres pueden subirse a un escenario, incluso para representar a los personajes femeninos. Tras un tiempo de intentarlo, su suerte estaría, seguramente, condenada a la soledad, la locura, la incomprensión o el suicidio. Lo que en su talentoso hermano dramaturgo era considerado genial, en ella convertiría su vida en tragedia. Porque le impediría cumplir lo que por destino social está previsto para una mujer: formar un matrimonio y atender a su futura familia.
Todas estas reflexiones la llevan a concluir lo que le da nombre al ensayo y lo que más se ha conocido de él: para escribir, las mujeres necesitan un cuarto propio con llave (detalle no menor el de poder cerrar la puerta y que nadie entre contra su voluntad a interrumpirla) y, otro dato importante, una renta de 500 libras anuales. Porque el tener su propia fuente de dinero y capacidad de ahorro era algo difícil de pensar para la mujer de la época pero muy necesario si quería tener la libertad de dedicarse a escribir. El dinero se convertía, así, en (otra) fuente de subordinación.
Sin lugar a dudas, 929 años después de haberse escrito este ensayo, varias cosas han cambiado y mejorado con respeto a las condiciones reales de las mujeres escritoras. Pero esa herencia de otros tiempos con las que han cargado las mujeres creadoras sigue pesando, lamentablemente, en nuestros hombros. Y si bien en varias partes del mundo las estadísticas arrojan el dato de que son más las alumnas que los alumnos en las universidades, también son más los docentes que las docentes en altos cargos de cátedras universitarias, lo que implica que se perpetúe una perspectiva masculina en la ideación de los programas de estudio, la selección de la bibliografía y la elección del enfoque con el que se estudian (o no) determinados temas y autores.
Por su parte, también en varios países, las tareas del hogar y de cuidado (tanto de hijes como de miembros más ancianos de la familia) hoy por hoy no sólo recaen en las mujeres, sino que hay una repartición más justa y equitativa, entre madres y padres, entre hermanos y hermanas. Pero, como se trata de costumbres tan arraigadas, continúan vigentes a nivel social y cultural las ideas asociadas a los roles de género, las mismas que circunscriben a las mujeres a los espacios comunes del hogar como la cocina o la sala de estar, en donde por más creativa que se sea es más difícil conseguir la concentración necesaria para enfocarse, por ejemplo, en un proyecto de escritura.
Por último, podemos hoy por hoy nombrar a muchas más mujeres autoras, publicadas o no, que las que era capaz de mencionar Virginia Woolf en su ensayo. Pero también podemos nombrar a muchos más varones que escriben, no solamente por tener mayor presencia a nivel comercial en las editoriales y librerías, sino también porque los estudiamos desde la escuela, frente a un muy poco proporcional número de autoras a ser estudiadas; en la mayoría de los casos, no porque no existan ni por falta de talento, sino porque no son lo suficientemente difundidas. Por eso, las voces masculinas nos siguen relatando en personajes que representan más su ideal femenino que nuestra propia realidad.
La adquisición de espacios exclusivos para mujeres es necesaria para avanzar, desde el cuarto propio de Virginia Woolf de 1929, a los grupos que en nuestro 2021 se conforman con el fin de sentir una mayor libertad a la hora de crear y de escribirnos. Encontrar referentes no es siempre tarea fácil; sentirse comprendida y no como Judith, la hermana de Shakespeare, tampoco. Por eso abogamos a un espacio de encuentro común en el que quienes lo conformemos estemos en búsqueda de lo mismo: darle valor a nuestra voz, a nuestra experiencia vital, fortaleciendo nuestras diferencias y compensando las carencias con las que nos ha tocado históricamente jugar ciertas partidas.
La Escuelita de Autoras será, ante todo, un lugar de reflexión. Sobre la creación de las otras y sobre nosotras mismas. Hace casi cien años, sostenía Virginia en su ensayo que las limitaciones no venían sólo de mandatos de género, sino también de la escasa complicidad entre mujeres. Sin embargo, las mujeres del siglo XX empiezan a comprender la importancia de organizarse en colectivos, motivadas tal vez por lo mismo que escribió Woolf: “mi espíritu se agita cuando pienso en Mujeres y ficción. (…) El espíritu es el más caprichoso de los insectos, palpitante, revoloteante.” Nosotras realmente quisiéramos que esos espíritus volaran libres y singulares, conquistando cada vez más espacios, creándolos incluso, porque de sostener tradiciones ya ha tenido bastante nuestra historia y porque, quizá, repensar no sólo el qué sino el cómo y el dónde sea una de las claves para la difusión de lo que sea que queramos expresar.
Por más información sobre nuestra Escuelita de Autoras: https://papelencero.com/escuelita-de-autoras/
2 respuestas
Muy buena entrada y lectura, me encanta la obra
¡Gracias por pasarte y leer! Es un libro al que vale dedicarle su tiempo. Un saludo.