“Cuando el estudiante está listo, el profesor aparece.
Yo pienso también que cuando el profesor está listo, el estudiante aparece”.
Viki King, guionista y docente

chamba
sf (popular) Trabajo u ocupación: tener chamba, pedir chamba, dar chamba, mucha chamba, andar sin chamba. “Está sin chamba y no tiene para pagar la renta”, “Le consiguió una chamba en la fábrica de su tío”.
Diccionario del español de México
“Mi chamba es hacer conciencia”, me dice Yvonne, y se refiere nada más y nada menos que a la consciencia que despierta en mí cada vez que me deja en el aire una de esas frases suyas para que yo revise o resignifique algo de lo que me está pasando. Lo dice probablemente mientras busca el punto justo donde colocar su aguja experta de acupuntura, enseguida después de decirme “jálame aire” y de recordarme luego que lo suelte. Es interesante pero toda enseñanza consta, al fin de cuentas, en aprender a respirar. Y para eso también se necesita ayuda.
¿Cuál es mi chamba?, me he preguntado yo desde entonces, intentando encontrar una respuesta que no sea “escribir” o “dar clases”, ni siquiera “enseñar” (qué presumida); sino una imagen que, como metáfora salvadora, me auxilie a encontrarle sentido a todo lo demás (escribir, dar clases, hasta enseñar algo).
Qué puntos toco yo en aquellos que chambean conmigo (lo siento, el verbo chambear es mucho más atractivo y no sé si volveré a usar el trabajar alguna vez). Cuáles son mis agujas, las herramientas con las que llego a hacerme sentir en sus cuerpos, ojalá también en sus almas.
La primera vez que fui a una sesión con Yvonne, hizo algo que me pareció hermoso antes de tocarme, ya recostada yo en la camilla, con toda la nerviosa expectativa que implica entregarse al saber hacer de alguien más. Voy a pedirle permiso a tu cuerpo, me dijo. Voy a presentarle mis manos para que las reconozca. Y, a continuación, acercó sus palmas a mi piel, apenas rozándome. Dijo unas palabras, que imagino fueron en chino pero que me sonaron a un saludo de bienvenida. Yo pensé en cómo podía trasladar ese gesto amable y comprensivo a la chamba mía. En cuántas veces entré sin permiso a los universos de mis estudiantes. En cuántas veces mi entrada habrá sido percibida como una irrupción o una intrusión. En qué distinto habría sido si yo hubiera primero presentado mis manos, estas con las que escribo y con las que intento construir algo que no sea sólo mío.
A veces olvidamos que en nuestras chambas trabajamos con cuerpos además de con intelectos. Que esos cuerpos cargan consigo su historia y que no siempre ha sido grata. ¿Cómo poder alivianar su peso? ¿Cómo expresarles que no importa cómo luzcan ni qué tanto les ha costado llegar hasta aquí? Pasar del singular al plural es a veces tan difícil… pero mi chamba, tal vez, y lo estoy descubriendo ahora junto a ustedes que me leen, es que quienes lleguen a mí, ya no se sientan solas.
Presentarles la herramienta que creo más eficaz para comunicarse consigo mismas: la escritura. Transmitirles todo lo que sé para hacerlas independientes de mí. Para que adonde vayan con sus cuadernos se sientan acompañadas y para que sea de sus lapiceras que salgan las palabras que necesitan leer. Que sepan que quedamos unidas por textos para siempre, para cuando quieran compartir lo que escriben, para cuando tengan una pregunta para la que deseen otra respuesta.
Esa es mi chamba. Llenar ese vacío. Que aprendan que lo llenan ellas, como quien completa una hoja en blanco con palabras, como quien se zambulle en el miedo y sale victoriosa, nomás por haberse atrevido. El vacío se llena vaciándose de a una palabra a la vez. Yo sólo acompaño, aliento, observo, aprendo y concluyo. Nos volveremos a leer o no. Mi trabajo está hecho cada vez que se escriben.

2 respuestas
¡Hola María!
¡Gracias por tus reflexiones tan interesantes!
No conocía la palabra “chamba”. ¡Me gusta!
Un abrazo deseando que todo te vaya bien😘🍀
Mercedes
¡Mercedes querida! Muchas gracias. Nos veremos pronto de vuelta en Ginebra y ya te contaré las varias palabras nuevas que he aprendido por aquí… Abrazo.